lunes, 11 de marzo de 2013

¡Entrégate!


El Rey David, llegó a ser ante los ojos del mundo, el hombre más poderoso de la tierra, y al mismo tiempo, a la vista de Dios, el más pecador.

Apelando al Rey Universal, bajo profunda angustia y desgarrante culpa, suplicó: “límpiame y seré más blanco que la nieve” (Salmo 51:7).

Como desmantelando los cielos, la nieve derrocha pureza y redención bajo orden exclusiva del dueño de las bóvedas celestes. Predicando con sus ecos, busca sofocar el fuego infernal que consume las almas con orgullo, envidia, competencia, venganza y engaños.

Sepulta lo estéril y resucita toda esperanza seca. Sus perlas relucen cual finísimos diamantes, haciendo gala de la inagotable riqueza del perdón divino. Dios determinó borrar tus peores temporadas y perdonar lo imperdonable. ¡Ahora entrégate! l

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