viernes, 25 de enero de 2013

¡En gestación!


Basta que la indiferencia humana se cruce con la Onmipresencia divina para que el milagro de la salvación comience a gestarse en una vida. Su presencia hace la diferencia, es transformadora, regeneradora y liberadora; conforta el alma más azotada por la adversidad y sana “todas” las heridas.
Más aun, desata esa hambre curiosa por el pan divino, como cuando el moribundo comienza a recuperarse y antes que todo pide de comer. Jesús es el pan de vida que sacia el alma.

Su amor nos saca de la existencia mediocre, de vacíos, tristezas, afanes y nos da la paz con que podemos atravesar las fronteras de la vida sin que para ganar algo tengamos que perdernos a nosotros mismos en el sendero de la subsistencia.

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