martes, 4 de diciembre de 2012

¡Escúchale!


A lo largo de estos últimos años he escuchado a miles de personas  preocupadas por “oír la voz de Dios” y estoy convencida que de una forma u otra muchos la percibimos.

Lo importante aquí es obedecerle, seguir a su lado, si es necesario quedarnos junto a Él, crucificados, con tal de no perder esa comunión sin la cual ya no sabríamos cómo vivir; y ese amor sin el cual respirar es simplemente existir.

Escuchar a Dios es exponerse a la sabiduría. Oír su voz cuando se nos revela es hacernos como Él, oírle atentamente cuando nos llama es seguirle.

Oírle diligentemente es servirle, oírle obedientemente es amarle, Oírle amorosamente es entenderle, oírle por sobre toda voz es conocerle y oírle sin atenderle es ignorarle.

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