sábado, 4 de septiembre de 2010

Mujer afectada de sida se queja por rechazo social

Olga Lidia Rijo nació en 1973, en esta ciudad de El Seibo, pero hace once años fue violada sexualmente por el hijo de la propietaria de la vivienda donde laboraba como doméstica en Higuey, quedando infectada de sida, y ahora revela el rechazo de la sociedad y de su propia familia, quienes, a su juicio, la van a matar más pronto que la enfermedad.

En medio de sollozos e impotencia, la estigmatizada mujer pidió al presidente Leonel Fernández una ayuda económica permanente para vivir los años que le quedan de vida, tras indicar que “mi muerte es segura pero quiero recibirla con la paz de saber que tengo un techo seguro y que me alimento dignamente”.

Explica que en El Seibo, donde tiene varios años viviendo, es rechazada por muchas personas que a sabiendas que saben de su quebranto no la ayudan para prolongar su estadía en la tierra.

El dolor más grande que tengo de la sociedad es que no comprende lo que estoy sintiendo en mi alma”.
Olga Lidia Rijo, enferma del Sida en El Seibo.

La dama, que nunca ha procreado hijos y que dice ser rechazada hasta por su propia madre, vive de la caridad pública, ya que se ha lanzado a las calles y al comercio de aquí como pediguena, “para no dejarme morir de hambre”.

“Tuve que cambiar la aplicación de los retrovirales que me daban en el hospital Teófilo Hernández de El Seibo para el hospital regional Antonio Musa de San Pedro de Macorís, porque una enfermera se cogió con decirme que yo le salía cara al gobierno y que debía morirme lo más pronto posible”, explica en declaraciones exclusiva a LISTÍN DIARIO.

Indica que su drama en la tierra se hace más difícil, porque para viajar a San Pedro de Macorís necesita dinero para el transporte, lo que se le hace difícil obtener porque la gente “me dice que pido mucho y que ya debo morir, para molestar menos”.

“El dolor más grande que tengo de la sociedad es que no comprende lo que estoy sintiendo en mi alma, que se destroza no por el quebranto que tengo, que lo conseguí involuntariamente, sino porque me rechaza como un estropajo viejo; además de que nadie quiere darme trabajo, porque todo el mundo teme que yo lo infecte hasta hablando”, expone con voz quebrada y lágrimas a chorros que corrían por sus maltratadas mejillas.

Explica que el pasado síndico de El Seibo, Reinaldo Varela, le daba mil pesos al mes, para que se ayudara, pero que en la campaña política le comunicó que no podía seguir dándole el dinero, porque supuestamente había que dárselo a un compañero que “podía votar por los candidatos del PRD”.

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