sábado, 13 de abril de 2013

¡Ríndete!


Sin que podamos evitarlo, a menudo la vida se burla de las limitantes que mostramos. Nos da la espalda ante errores comprometedores, donde nuestra conducta nos señala como verdaderos archienemigos de nuestra propia vida en áreas internas que no controlamos, ni superaremos sin ayuda divina. Tales inconductas, a pesar de años intentando un cambio, no sorprenden a Dios, quien nos conoce, nos ama, a pesar de todo, contra todos e ilimitadamente. Un cambio no se produce por un sincero intento del alma, sino por la humillación irreversible del corazón. Aunque tus pasos te sentencien hacia el precipicio, ora, ríndete, tus rodillas te afirmarán en Jesús, la roca inconmovible. Desde allí tendrás un nuevo punto de partida y un destino sorprendente. Tu rendición es tu victoria.

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