viernes, 20 de julio de 2012

Destinos cruzados de África al Caribe

Somos todos productos de la historia y más todavía somos los productores, los actores y los consumidores de nuestra historia, cualesquiera que sean los territorios que habitemos o los medios por los cuales estos espacios se volvieron nuestros. Como quiera que sea, el continente africano, a través de procesos de migración, de diásporas forzadas o voluntarias, está al principio de la hominización y de la humanización de nuestra especie. Es pues, poco decir, que este continente es muy sensible a los efectos inducidos por este drama paradójico que fueron transferencias masivas y brutales de mujeres, niños, niñas y de hombres hacia destinos, que entonces eran para ellos el fin del mundo o hasta el fin de su propia vida…
Zacari Dramani-Issifou.

El Archivo General de la Nación me envió, a través de su programa de Publicaciones, el libro “África y el Caribe: Destinos cruzados. Siglos XV-XIX, autoría de Zakari Dramani-Issifou”. La obra es maravillosa, completa, bien escrita y novedosa. Pero sobre todo, llega al alma de los que tienen sensibilidad humana. Lo más interesante de este trabajo es que su autor es un intelectual africano, que conoce desde su propia sangre el drama humano y el impacto en el imaginario colectivo de la sociedad africana los siglos de trata humana. Con un lenguaje conmovedor y académico, este historiador y poeta nacido en Benín, en el África Occidental, con estudios en Senegal primero y en París, después, utiliza su vasta formación académica para entender la historia de exclusión, opresión y marginación de su continente amado. 

La obra está dividida en cuatro partes. La primera se refiere a las teorías existentes sobre el tema de la esclavitud y la trata de esclavos. El capítulo 1 de esta parte aborda la violencia como fuente de racismo y fabricación de identidad.  Sostiene que con el inicio de la trata de negros, el mundo asiste a una renovación del conocimiento sobre el mundo fuera de Europa. En sus palabras, “y singularmente sobre África, durante el siglo de las luces, ese siglo que lanzó desgraciadamente muchas más sombras que luces sobre los pueblos negros. Tomando en cuenta las teorías greco romanas transmitidas… Los discursos y las imágenes de la Edad Media, los intelectuales de los siglos XVIII y XIX… Sus trabajos comprenden la clasificación, caracterización y jerarquización de pueblos, entre los cuales los africanos ocupan el último rango, el rango inferior. Con este estatuto, África va a conocer uno de los siglos más dolorosos de su historia, el tiempo de los hijos… convertida en una verdadera presa, será el teatro de las violencias inauditas por parte de los hijos de esta Europa civilizadora, donadora de lecciones” (*).

En la segunda parte se presentan dos interesantes capítulos. El primero habla sobre el lado íntimo de la esclavitud y la trata negrera. Me impactó su abordaje. Dice el autor, “esclavo es una palabra que duele, por ser portadora de humillaciones de toda clase… Ahí donde tratan de despojarlo de su origen humano no puede ser, sino la expresión de la voluntad divina. En un medio como cualquier otro para librar esta noción de la propia conciencia histórica… (**) La reflexión del autor prosigue. En la profundización sobre el tema de la esclavitud le surgieron grandes y difíciles preguntas. He aquí solo algunas: ¿Qué sentido podemos otorgarle al concepto esclavitud, cuando el conjunto de los esclavos no se sitúa dentro de las relaciones evidentes de explotación? ¿La esclavitud  en el África Occidental, se presenta entonces como una forma de producción o como una simple relación de producción? ¿La esclavitud, es por tanto distinta a la explotación? (***).

La tercera parte, titulada El doloroso puente, está conformada por dos capítulos. Comienza con una hermosa y triste descripción del tema de la trata de negros, y se pregunta: ¿Qué sabemos los africanos, sobre lo que realmente pasó  con este trasplante en el Nuevo Mundo, en los confines de lo inimaginable?          (****). Nadie sabe, como dice el autor, a ciencia cierta lo que pasó.

En la cuarta parte titulada Necesidad de una pedagogía liberadora, el autor intenta reivindicar al África. Reivindica su valor y sus aportes en la construcción de la historia de occidente, ya que siendo un continente golpeado, el paladín de la marginalidad histórica, a pesar, fue el actor principal del planeta en la construcción de la llamada civilización occidental. Como hicieron Senghor y Aimée Césaire en su tiempo, este historiador reivindica un nuevo enfoque para reescribir la historia del continente mil veces explotado. Avasallado y sometido por los poderes imperiales. Aboga por un enfoque heurístico y una pedagogía  compartida. Se trata aquí de imágenes latentes ligadas a la certeza de que África ha sido víctima de la injusticia de la historia por la esclavitud, la contestación de sus valores de civilización, entre otras manifestaciones de la colonización que la han desfigurado… Y a pesar de los… esfuerzos loables emprendidos en las labores científicas al más alto nivel y en cifras cada vez más considerables… no parece que los historiadores africanos hayan hecho el duelo de este doloroso pasado y sus efectos… no hemos logrado ni descolonizar ni desmitificar nuestra historia, nuestros comportamientos e incluso nuestras mentalidades (*****).

Este libro es una joya. Mucho se ha hablado sobre la trata de esclavos, muchas estadísticas han ofrecido los occidentales estudiosos del tema de la esclavitud, pero pocas veces se ha hecho una reflexión profunda que ponga de manifiesto otras realidades, más allá de las convencionales explicaciones del desarrollo del capitalismo emergente y la necesidad de mano de obra esclava para la acumulación originaria.

Este libro aborda el impacto en el imaginario colectivo de esos siglos de sometimiento, exclusión y trato inhumano.  Los gritos desesperados de los defensores de la negritud, fueron solo clarinadas atormentadas de un problema más profundo que la humanidad que enfrentar tiene y debe enfrentar.

África no es responsable de su desgracia. Pero sí lo fueron sus  opresores y conquistadores, los mercaderes inhumanos que se enriquecieron con la trata de negros. A ellos hay que analizarlos como los verdugos destructores de razas y pueblos completos. Los imperios emergentes europeos y el imperio norteamericano tienen que asumir, con todas sus consecuencias, la responsabilidad histórica que les corresponde. Solo así África dejará de llorar y sangrar. Sólo así África se sentirá parte de esta humanidad circunscrita a solo cuatro continentes.

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