lunes, 9 de abril de 2012

Los adictos


Conozco y admiro a un AA.  Él comprendió un día que su adicción al alcohol estaba arruinando su vida y la de los que lo rodeaban.
Y decidió seguir los doce pasos inventados por un señor llamado Bill Wilson. Hoy es un hombre digno y respetable.
El primero de esos pasos es admitir su adicción. Y reconocer que su vida es gobernada por esa adicción.  Creo que este debe ser el paso más difícil, porque lo más fácil es echarles a los demás la culpa de sus problemas, pero es difícil admitir que el problema es uno mismo.
¿Es usted un AA?  Espere un momento. No responda tan rápidamente. Vamos a suponer en este caso que no le estoy preguntando si usted es un alcohólico anónimo (AA), pero sí un adicto anónimo, (también AA).
¿A qué cosas podemos ser AA?  Según T. Keating, podemos ser adictos a tres necesidades a las que todos nos apegamos en nuestra niñez:
1. Necesidad de seguridad material
2. Necesidad de amor, prestigio y reconocimiento
3. Necesidad de poder y control
Estar apegado a cualquiera de esas tres necesidades, de tal modo que no podamos vivir sin ellas, es ser un adicto, un AA.
¿Somos culpables de ser adictos a estas tres necesidades instintivas?
La respuesta está resumida en este párrafo:
“La condición humana no es culpa de nadie.  Crecemos sin la experiencia de la presencia de Dios, y, por consiguiente, buscamos la felicidad en otra parte.  Esto se convierte en un hábito del que nos resulta muy difícil desprendernos mientras nuestro falso yo siga desarrollando formas erradas de tratar con la frustración de nuestras necesidades instintivas”
(“Terapia divina y adicción”, Pág. 126)
¿Podemos liberarnos de estas esclavizantes adicciones?
Con la ayuda de Dios podemos reconocerlas, sin la ayuda de Dios nunca podremos liberarnos de ellas. En el evangelio de hoy (Juan 2, 13-25), aparece el Señor purificando el templo de los comerciantes que lo habían ocupado. La buena noticia de hoy es que Dios quiere que seamos libres y felices, y está deseoso de que le permitamos purificar nuestro interior, porque nosotros somos hoy su templo, es decir, el lugar donde Él habita.
He tratado de corregir mis defectos muchas veces, sin resultados.
Ahora he comprendido mi error: no soy yo, es el propio Jesús quien puede purificar mi interior, y Él está deseando hacerlo para que así pueda yo encontrar la única paz y felicidad verdaderas. ¿Estoy yo dispuesto a tener paz, y a permitir que se active mi bondad natural?
La pregunta de hoy
¿QUÉ TENGO QUE HACER PARA QUE JESÚS ME LIMPIE Y ME LIBERE?
Si usted desea que alguien le limpie su casa, tiene que abrirle la puerta, ¿verdad?
La forma de abrirle la puerta a Dios es hacer silencio y descansar en Él. Presentarse ante Dios, decirle “te entrego lo que soy y lo que siento” y luego callarse. Eso le permitirá a Él llegar con su amor a donde usted mismo no puede llegar: su inconsciente.
“El inconsciente es la clave secreta de todos nuestros objetivos” Carl Jung. Regálale a Dios su silencio y déjese curar por Él, que es el único que puede y quiere hacerlo. Sólo curado tendrá paz.

Fuente:  Listin Diario

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