sábado, 4 de diciembre de 2010

¿Quién domina en su vida?

“Tengo un problema”, dijo D.J. a un amigo, “me han invitado a dos actos: una conferencia y una boda, y no sé a cuál ir...” “Hombre qué casualidad”, respondió el otro, “también estoy invitado esta noche a esas dos mismas cosas, pero yo voy a la boda, porque ahí se bebe y se goza más, lo otro es muy aburrido”.

“Es verdad”, contestó D.J., “pero en la conferencia me voy a mezclar con mucha gente importante...”.

Y así fue como D.J. fue a un acto y su amigo al otro, cada uno movido por una fuerza diferente.

Uno por el deseo de disfrutar, y el otro por el de ser importante. ¿Cuál de las dos invitaciones hubiéramos honrado usted y yo...? ¿Qué nos interesa más: pasarla bien, o ser importantes? Haciendo un punto y aparte, yo no sé si usted recuerda con qué ilusión esperábamos de niños la llegada del niño Jesús, de los Reyes o de Santa Claus. Desde días o semanas antes estábamos luchando por “portarnos bien” para que “nos pusieran”, y nuestra felicidad cuando llegaba el día dependía de si nos habían dejado algo o no. ¿No es cierto? Pues mire, hay mucha gente que sin darse cuenta, ha hecho depender ahora su felicidad de otros tres reyes: el darse gusto: Rey Placer; el tener el mando: Rey Poder; y el darse importancia: Rey Prestigio.

Y resulta que contrariamente a los reyes de los niños (que traían regalos), los tres reyes de los adultos -Placer, Poder y Prestigio- producen adicción y dependencia, convirtiendo a sus seguidores en esclavos.

Creo que usted conocerá muchos esclavos de alguno de estos “reyes”.

Pero olvidémonos de los demás y pensemos en nosotros.

¿Cuál de los tres reyes me mueve más a mí? ¿Alguno de los tres me domina de tal modo que no puedo ser feliz si no lo tengo...? Pongamos por ejemplo el tercero: ¿Acaso depende mi felicidad de que los demás me elogien, me aprueben, me feliciten o me hagan “merecidos reconocimientos”? Si sólo me siento feliz de esta forma seré sin duda un “prestigiólico o prestigioadicto”, y ese “rey” ordenará mi vida.

En Lucas 4,1-13 aparece el Señor siendo claramente tentado a rendirse ante cada uno de esos tres reyes, y en ese mismo orden.

Pienso, hasta con algo de miedo, que si el Señor se hubiera ablandado y hubiera cedido ante cualquiera de ellos, no existiría hoy para mí la capacidad de amar, ni de perdonar, ni de encontrar un sentido trascendente a mi vida presente, ni de ser libre de escoger el único camino que me dará la auténtica felicidad.

La pregunta de hoy ¿Quiere usted decir que ni el placer ni el poder ni el prestigio me van a producir felicidad auténtica?
No se lleve de mí. Mire usted mismo alrededor e identifique las personas más felices que conoce o ha conocido en su vida. ¿Ya lo hizo? Ahora mire a ver si son las que están todo el tiempo buscando como darse gusto (placer), si son personas a quienes les gusta mandar y obligar a todos a hacer lo que ellos ordenen (poder), o si son gente a quienes lo único que les gusta es el figureo (prestigio). Haga la prueba y verá como usted mismo comprueba lo que dijo el Señor: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Y yo me atrevo a agregarle hoy: “Y también, Señor, eres el único camino que tiene sentido, el único que conduce a la Alegría, a la Paz y a la Libertad”.

Ciertamente, ¿de qué nos serviría correr como esclavos detrás del placer, del poder o del prestigio si no tenemos paz ni alegría interior, y acabamos sintiéndonos mal con nosotros mismos...? Le digo la verdad: las únicas personas auténticamente felices que conozco son las que han elegido a Jesucristo como su amigo y su Señor. Ellas están siendo conducidas por el Espíritu Santo, y el amor es el motor de sus vidas.

Hoy entiendo mejor que nunca sus palabras. “¿De qué le sirve a un hombre ganarse el mundo entero si se pierde a sí mismo?”.

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