sábado, 10 de julio de 2010

¿Desea usted paz?


Tamara es una señora ejecutiva de una empresa. Podría decirse que es un personaje de éxito muy meritorio, logrado a base de trabajo arduo y responsable... pero no tiene paz.

En su empresa, su presencia produce tensión, nerviosismo, intranquilidad, porque es esto, y no paz, lo que ella tiene en su interior. Ella es exitosa... más no feliz, porque para ser feliz, hay que tener paz interior.

El Señor nos ofrece una clave para conseguir la paz auténtica, esa paz profunda que anhelamos todos con verdadera necesidad psicológica y espiritual.

Se la da El a 72 discípulos a quienes envía de dos en dos, indicándoles cuál debe ser la primera frase que digan cuando entren en una casa. La frase es:

“PAZ PARA ESTA CASA”
Los discípulos del Señor son así portadores de su paz.

El resultado es que, cuando volvieron, estaban “llenos de alegría”.

Y parece que su alegría era tal que contagiaron a su Maestro, puesto que dice el evangelio en el versículo siguiente, que el Señor “se estremeció de alegría” al oírlos. Parece indudable que quien da paz recibe alegría.

“DICHOSOS LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ, PORQUE A ESOS LES VA A LLAMAR DIOS HIJOS SUYOS”. (Mateo 5, 9)

La fórmula está clara:
“SÉ UN PORTADOR DE PAZ, Y RECIBIRÁS ALEGRÍA” LA PREGUNTA DE HOY

Para yo dar paz tengo que tenerla.

¿Cómo se accede a esa paz?

ESA PAZ SE ACOGE EN SILENCIO.

El autor de esta paz es Dios (Isaías 45,7) y (Juan 14,27) luego, ni usted ni yo podemos “conseguirla”, pero sí podemos recibirla.

No existe una fórmula instantánea para recibir esta paz. Es necesario para ello buscarla con tranquilidad.

Esa paz se acoge en silencio.

La Madre Teresa de Calcuta dice que la paz es el tercero de los cinco pasos del crecimiento espiritual.

Ellos son:
SILENCIO-ORACIÓN-PAZAMOR- SERVICIO
Cada uno es fruto del anterior y conduce al siguiente. Como verá usted, el primero es el silencio.

Hacer frecuentemente un alto en la vida, y durante unos minutos ponerse tranquilamente en presencia de Dios, traerá lentamente la paz a nuestro interior.

Por su parte, señorita Teresita de Lisieux, de quien la de Calcuta tomó el nombre, aseguraba que esa paz profunda repercute en nuestra dimensión corporal, y nos sugiere varios pasos: 1º. Que tengamos esa paz como objetivo.

Y oraba diciendo “No te pido nada, Jesús, excepto paz, y también amor, amor infinito”.

2º. Otra cosa es aceptarnos imperfectos: “Estoy lejos de practicar lo que entiendo, y, sin embargo, el solo deseo que tengo de hacerlo me da la paz”.

3º. Finalmente una última cosa: el reconocimiento profundo que nos hace capaces de crecer en la fe y en la confianza en el Dios cercano y amoroso.

Practiquemos ese reconocimiento, aprendamos a hacer períodos de silencio, y recibiremos una paz que no depende de lo exterior, de nadie ni de nada, porque es la paz que da el Señor.

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