jueves, 24 de marzo de 2016

El Triduo Pascual: La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús -




El martirio, crucifixión y vuelta a la vida para no morir jamás son hechos que cada año el cristiano vive como nuevos -



En este período, que comienza con la Santa Cena el Jueves Santo, los cristianos hacen un alto en sus vidas para acompañar a Jesús en el camino de la Cruz, con el propósito de estar en sintonía su pasión que libera y salva.En la vida de Jesús, como Hijo predilecto del Padre, humano y divino, no hubo excepción al dolor y al sufrimiento, no hubo muerte sin pasión ni resurrección sin muerte.

¿Por qué Jesús siendo Dios permitió vivir este dolor?

Jesús, siendo Dios verdadero, pudo haberse librado de pasar por la cruz, pero este no era el plan del Padre. Dios quiso redimir a su pueblo del pecado para darle la salvación, y lo demostró entregando a su Hijo único a la muerte, y una muerte de cruz.

“Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22,42).

Cada flagelación, cada latigazo, cada dolor que recibió Jesús en la pasión dolorosa, se ven contemplados en el Viacrucis: la meditación de los momentos y sufrimientos vividos por Jesús desde que fue hecho prisionero hasta su muerte.
En esta vía dolorosa se recuerda con amor y agradecimiento lo mucho que Jesús sufrió durante su pasión y muerte por la salvación de la humanidad.

¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?

El Viernes Santo es el día en que se recuerda esa pasión. La podemos contemplar en los cuatro Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan).

La Iglesia, destaca el sentido de este día con la celebración de las siete palabras en la cruz, la liturgia de la palabra, la oración universal, la adoración de la cruz y la Sagrada Comunión. En este día la Iglesia no celebra la Eucaristía.
El altar luce sin mantel, sin cruz, sin velas ni adornos. Las imágenes son tapadas hasta el día de la resurrección.

El silencio ante la tumba vacía del que venció a la muerte

Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece en silencio, acompaña a la Virgen María junto al sepulcro, esperando la promesa de la resurrección. “El Hijo del Hombre debe padecer mucho, y ser rechazado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día” (Lucas 9,22).

Es día para profundizar. Para contemplar. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío.

“Es el día de la ausencia. Día de dolor, de reposo, de esperanza, de soledad. El mismo Cristo está callado. Él, que es el Verbo, la Palabra, está callado”. Después de su último grito en la cruz: “¿por qué me has abandonado?”- ahora Él calla en el sepulcro. Descansa: “todo se ha cumplido”.

El sábado es el día en que se experimenta el vacío. Si la fe hubiese desfallecido con la muerte de Jesús, si no creyeran en su promesa de la resurrección, entonces se caería en el desaliento y preocupación como los discípulos camino a Emaús, “nosotros esperábamos que Él era el que iba a redimir a Israel”.

Pero no. La promesa de Jesús se cumplirá, según las escrituras.

“Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba. Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición. Luego se lo partió y se lo dio. Lo discípulos lo reconocieron al partir el pan (Lucas 24, 13-35).

La Vigilia Pascual: madre de todas las vigilias

El Sábado Santo es un día de oración en que se espera la resurrección. Durante este día santo los cristianos se disponen para la celebración de la Vigilia Pascual.

La Vigilia Pascual consta de tres partes importantes que terminan con la Liturgia Eucarística: Celebración del fuego nuevo, Liturgia de la Palabra y la Liturgia Bautismal.

Este día, cada bautizado renueva las promesas bautismales acercándose a la Iglesia con un espíritu renovado.

No está aquí: ¡ha resucitado!

Con estas palabras, los primeros testigos de la resurrección de Jesús, las mujeres, salen corriendo y anuncian que Jesús ha resucitado. Se cumplen aquí las escrituras. La Resurrección de Jesús es la fiesta más importante para los católicos, ya que con la Resurrección es cuando adquiere sentido la religión.

El apóstol Pablo, en su carta a los Corintios, recuerda que “si Cristo no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe” (I Corintios 15,14). El sentido, la validez de la fe cristiana está basada en la resurrección de Jesús.

Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y se dudaría que fuera realmente Dios. La tristeza se ha ido, se vive la alegría, el triunfo de Cristo sobre la muerte.

Desde este día el rostro del creyente debe reflejar la luz del resucitado, la esperanza de una vida que no tiene fin… la promesa se ha cumplido.

La Resurrección significa nuestra propia liberación
Cuando se celebra la Resurrección de Cristo, se celebra también la liberación de su pueblo. Se proclama la derrota del pecado y de la muerte. ¡Se es libre! En la Resurrección se encuentra la clave de la esperanza cristiana: si Jesús está vivo ¿A qué se puede temer? La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, no se puede vivir más con caras tristes. El rostro, el testimonio, la actitud, y la vivencia, deben reflejar el amor, la paz, la alegría y esperanza que trae su resurrección. La Resurrección es el resultado del amor inmenso que Dios tiene por sus hijos. Es la vestidura blanca que dará al final del camino, primero por pura gracia, porque su amor es tan grande hacia la humanidad que ha querido salvar a su pueblo amado de toda infelicidad y darle su amor, junto a todos los hombres que él ha creado con el Padre y el Espíritu Santo.
Espíritu
La resurrección es el momento en que el amor de Jesús levantará nuestro corazón y lo unirá a su sagrado espíritu.

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