Nuestro señor jesús es un gran cirujano, su mano repara lo irreparable con la sutura perfecta, sus dedos no dejan cicatrices ni nada semejante. Todo lo contrario, con paciencia suprema trabaja los detalles de nuestro corazón roto, unifica las membranas lastimadas, y corrige los tejidos cansados y muy adoloridos. Su oleo de alegría, su bálsamo de Galaad y sus esencias de mirra y rosas frescas curan las almas más estropeadas por los crueles rechazos, traiciones y desilusiones. Su paciencia es el vendaje con que cuida apropiada y silenciosamente de ti, su gozo es el remedio para darte una nueva vida, una mejor estancia terrenal y un mayor fruto espiritual y su paz tu fortaleza. Su obra no termina hasta que no vuelvas a amar de verdad.
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