En Éxodo 38, conocemos con precisión cuánto fue utilizado en el tabernáculo que Dios ordenó construir a Moisés. Literalmente se invirtió una tonelada de oro, casi cuatro de plata y tres de bronce. Al costo actual esta obra plantada en el desierto, sobrepasaría los US$40 millones, en ofrendas voluntarias. Fue configurado como una amplia carpa cuyo exterior estaba cercado de anchas y altísimas cortinas de lino torcido, sin atractivo aparente, mientras sus santuarios, el “Lugar Santo” y “Lugar Santísimo”, estaban extraordinariamente trabajados en oro, plata y bronce con diseños celestiales. Este santuario revela a Dios revestido de hombre, sin atractivo externo, mostrando así que la apariencia es el acento que jamás podrá vestir nuestro vacío y que solo Dios es nuestro mayor tesoro.
En Éxodo 38, conocemos con precisión cuánto fue utilizado en el tabernáculo que Dios ordenó construir a Moisés. Literalmente se invirtió una tonelada de oro, casi cuatro de plata y tres de bronce. Al costo actual esta obra plantada en el desierto, sobrepasaría los US$40 millones, en ofrendas voluntarias. Fue configurado como una amplia carpa cuyo exterior estaba cercado de anchas y altísimas cortinas de lino torcido, sin atractivo aparente, mientras sus santuarios, el “Lugar Santo” y “Lugar Santísimo”, estaban extraordinariamente trabajados en oro, plata y bronce con diseños celestiales. Este santuario revela a Dios revestido de hombre, sin atractivo externo, mostrando así que la apariencia es el acento que jamás podrá vestir nuestro vacío y que solo Dios es nuestro mayor tesoro.
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