sábado, 29 de diciembre de 2012

¡Recibe!

Para cada situación de vida Dios tiene una respuesta contundente. Cuando no podemos darle algo mejor que nuestras miserias, Él contesta con inmensas misericordias. Dios sigue estando más interesado en convertir que en sancionar, en convencer que en imponer, en sanar por encima de reclamar, en bendecir en vez de juzgar, en acariciar en vez de ignorar. En consecuencia, debemos ser recíprocos y congruentes con Dios, arrepentirnos de nuestras bajezas, aún de dar lo mínimo o lo bueno cuando se nos ha entregado suficiente para dar “lo mejor”. Recibir las misericordias de Dios con coherente gratitud es la mayor riqueza con que podemos saciar nuestras vidas. La miseria se lleva por dentro y es justo allí donde Dios quiere derramar su miserecordioso amor, fuente de todas las riquezas.

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