viernes, 6 de julio de 2012

INUNDACION

By Saulo Hidalgo

“¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Y sin embargo, ninguno de ellos caerá a tierra sin
permitirlo vuestro Padre. Y hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. Así que no
temáis; vosotros valéis más que muchos pajarillos” (Mateo 10, 29-31)


Dios tiene un récord de cada uno de nosotros, tan perfecto, que no vacila en expresar que
hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados. Como siempre estoy revisando
diferentes versiones de la Biblia cuando preparo mis conferencias, encontré que la versión en
Inglés New King James, traduce este texto de la siguiente manera: “But the very hairs of your
head are all numbered


En el récord de Dios, sus cabellos no sólo están contados, sino que cada uno tiene un número.
Están numerados a tal punto que Dios sabe cuáles se quedaron enredados en su cepillo esta
mañana cuando se arregló el pelo justo después de levantarse de la cama.  Es más,  Él cuida
de  usted a un grado tal, que sabe cuántos cabellos ha perdido desde que comenzaron sus
preocupaciones hasta el día de hoy. ¿Cómo no estará en control de otras tantas cosas aún
más importantes que los cabellos que usted ha perdido? Dios lo sabe porque le ama. Le mira
lleno de ansiedad, pero no le quiere ver lleno de ansiedad. Aún en esos momentos de
estancamiento, donde todo parece que se detuvo, que nada avanza, Dios tiene su mente llena
de usted y está al tanto de todo.


El  viejo Noé puede enseñarnos algo en esos días dónde parece que todo se ha detenido y que
nuestros caminos no llevan a ninguna parte. ¿Se acuerda de Noé el que construyó el arca y
salvó a su familia del diluvio? Le recordaré un poco. Todo lo que puede ver es agua. Su vida
está metida en una inundación. No está solo en el problema. Su familia está metida en el
asunto, son parte de la tripulación de su arca. Su grave dificultad, no es solo suya; su problema
le afecta a todos los de su casa. Su barco está rodeado de agua. Agua por delante, agua por


atrás, agua a la izquierda y  a la derecha. Todo lo que sus ojos alcanzan a mirar es agua. Tiene
muchos días detenido en el mismo lugar, estancado en la misma agua. Prácticamente olvidó
cuando vio otra cosa. Tiene inundado el barco y tiene inundada su mente. El agua inunda todo
fuera de la barca y también inunda todo dentro de su cabeza. Por cuarenta días estuvo
lloviendo sin parar, según narra el libro del Génesis, pero ellos estuvieron flotando en el barco
por varios meses. Aunque las lluvias sólo duraron cuarenta días, la consecuencia de la
inundación se prolongó por varios meses. Inevitablemente llegó el momento en que Noé se
preguntó ¿hasta cuándo va a durar esto? ¿Hasta cuándo voy a estar en esta condición?
¿Cuándo se terminará esta situación? 


Usted  entiende perfectamente a Noé, por eso dejo este tema para el penúltimo capítulo del
libro ¿Cuántas veces ha estado exactamente en el mismo punto de Noé? ¿Cuántas veces se
ha sentido estancado en el mismo lugar, sin ninguna posibilidad de salida? ¿Cuántas, pero
cuántas veces se ha repetido las mismas preguntas: hasta cuando, cuando terminará esto, que
pasará mañana, etc.? Tal vez en este mismo momento está parado(a) en el mismo lugar donde
estaba Noé, en medio de una tremenda inundación. El agua del dolor ha inundado su corazón. 
El agua del estancamiento de un trabajo que no llega o un negocio que no termina de arrancar.
El océano de la desilusión ha arrasado con su relación de pareja. El mar de la crítica y la
vergüenza han destruido su reputación.


La rabia por algún defecto o enfermedad física. Las demoledoras aguas de la crisis económica
y la falta de trabajo han hecho que su barca y su familia se tambaleen por meses que parece
que no terminan. La soledad, la escasez, los problemas en la familia, la enfermedad, la
indiferencia, el cementerio, el estancamiento… le han colocado por mucho tiempo en el mismo
lugar donde estaba Noé. Sobre las aguas. En la inundación. En el estancamiento. Y en el
estancamiento, en la desolación, en la inundación Dios le habló a Noé de una manera
increíblemente sencilla. No hubo truenos de gloria ni relámpagos de victorias. No hubo luces, ni
ángeles, ni predicadores ungidos, ni grandes señales del cielo. Dios le restauró la esperanza y
la paz a Noé. Para recobrar la paz y la confianza, Noé no necesitaba grandes y extraordinarias
cosas. Fue en una circunstancia parecida a la suya que Noé recibió lo que usted necesita: ¡Un
a hoja de olivo.


Dios le envió una hoja de olivo en el pico de una paloma. Interesante. En medio de la
inundación, la respuesta de Dios no fue un ángel rodeado de esplendor. Tampoco fue una
columna de fuego que consumiría y convertiría en vapor toda el agua en un instante. Tampoco
envío un viento recio, como a Moisés, que dejara seco el suficiente espacio para que Noé y su
familia pudiesen establecerse. No. La respuesta de Dios fue una hoja de olivo verde, en el pico
de la paloma que Noé enviaba cada día por la escotilla del barco. Verde, el color universal de la
esperanza. Dios sabía lo que Noé necesitaba y eso le entregó. Esperanza. El no necesitaba
nada más que eso. Ella, atención, no hace una promesa de que todo estará bien en un
instante; ella promete que todo estará bien en algún momento. No promete una solución
inmediata, pero sí promete que existe una solución. Y Noé bajó de la escalera y se fue donde
su familia con una gran sonrisa sobre sus labios. Todos se sorprendieron de escuchar el motivo
de su tranquilidad. No habló ni explicó nada. Sólo mostró la hoja de olivo y dijo: ¡Todo estará
bien!


No importa lo que usted esté tratando de construir o de levantar, no se desespere por el tiempo
que tome o por la mucha agua que le esté rodeando. Dele tiempo a Dios. Cuando las aguas no
ceden, Él está trabajando en la profundidad de su interior. Mientras Él trabaje, busque su hoja
de olivo y sosténgala fuertemente entre sus dedos y aguante. Yo estoy impresionado en qué
me ha convertido Dios y cómo sigue trabajando conmigo. Sus métodos no me gustan, se lo
confieso, pero funcionan (y lo resalto en negrita para que no se le olvide). Aunque me
desesperen, funcionan. Entonces no me desespero. Estoy aprendiendo a no hacerlo. Aprenda
usted también. Él me está cambiando cada día más y más. La esperanza me enseña a ser
humilde. Todavía Él tiene mucho que hacer en mí pero, mientras tanto, no hay nada que me
haga soltar mi hoja de olivo, la que tengo entre mis dedos. Mientras tenga esa hoja entre mis
manos, no me importa cuánto duren las aguas en ceder. Sé que van a ceder y eso me da paz









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