lunes, 27 de diciembre de 2010

Nuestro mayor enemigo: el miedo

Mateo 24, 37-44 ¿A qué tiene usted miedo en este momento? Creo que cada persona puede dar una respuesta diferente a esta pregunta: una enfermedad, una situación familiar, la falta de seguridad, la situación económica, un dolor, etcétera.

¿Cuál sería su respuesta particular? ¿Cuál es su miedo hoy? Parece que tenemos tantos miedos distintos que no salimos de uno.

En ocasiones tenemos miedo de que se fijen en nosotros, y en otras de que nadie se fije en nosotros...

Miedo a vivir hoy, en estas circunstancias... y miedo a morir mañana, en cualquier circunstancia. Miedo a decir no. ¡Y miedo a decir sí! ¡Qué lío este! ¿Es que acaso somos los esclavos del miedo? ¿Será esto algo irremediable? En el evangelio de este domingo (Mateo 24, 37-44), también descrito en Lucas 21, 25-28, el Señor habla de una situación de miedo.

En una de sus frases, según aparece en la versión de Lucas, nos dice que habrá un momento en que “los hombres se quedarán sin aliento por el miedo, pensando que se les viene arriba el mundo...”.

Sin embargo, dice también el Evangelio que, en medio de su miedo, el hombre “lo verá venir a Él con gran poder y majestad”, y añade qué es lo que tenemos que hacer, en ese momento: “Póngase derechos y alcen la cabeza, que se acerca la liberación”.

(Lucas 21, 28) Es cierto que actualmente vivo inmerso en una constante sensación de miedo a algo, de dudas e incertidumbres, de tensiones y preocupaciones.

Pero también es cierto que se acerca la liberación, y que el miedo sólo se debe a que estoy todavía muy aferrado a cosas y a valores falsos, los cuales nunca me darán la seguridad ni la paz que tanto ansío.

Se acerca mi liberación, y es un regalo. Lo único que tengo que hacer es “estar despierto” (Mateo 24, 44) para abrirle la puerta confiadamente al Señor en cada momento en que venga a mi vida en forma de un mensaje, de una breve luz de esperanza... de una paz interior que quizás no dure tanto como yo quisiera, pero que yo sé que estuvo allí, porque eso es una experiencia inequívoca...

Poco a poco, basada en “estar despierto”, (alerta a las manifestaciones del Señor en mi vida), y “alzar la cabeza” abriéndole la puerta cada vez que Él quiera entrar, iré comprendiendo que, en realidad, Él está allí presente, dentro de mí todo el tiempo.

Que el único problema es que yo estoy demasiado ocupado buscándolo en las cosas del lado afuera. Y allí afuera está el miedo, mientras que adentro está la paz, la seguridad y la confianza.

“LOS QUE MIRAN HACIA FUERA, DUERMEN. LOS QUE MIRAN HACIA DENTRO, DESPIERTAN. Carl Jung.

LA PREGUNTA DE HOY
¿Cómo puede la fe en Dios superar el miedo? La fe es la conciencia de la presencia permanente de Dios en nuestro interior, y produce otra fuerza mucho mayor que el miedo: la confianza en Dios, la seguridad de que no estamos solos, de que podemos estar alegres, porque el Señor está cada vez más presente y más actuante.

Y esto es señal de que, sin duda, se esta realizando ya nuestra liberación.

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