miércoles, 21 de julio de 2010

Cuando el miedo nos aturde

Desde pequeños nos vienen dando una cartilla de miedos, y estos graban en la psiquis con estampas, y anulan la voluntad, acorralando al hombre con alta carga de inseguridad, complejos y falta de estímulos para expresarse en la sociedad y animo personal.

¿Cuáles son esos miedos que aturden y se hacen atavismos? en la niñez forman la plataforma de programas: “el cuco” inventado para someter al niño a la voluntad del padre y/o madre. Y el dicho: “Si no te portas bien, lo voy a decir para que te den una pela y castigo”, etcétera. Es un continuo bombardeo de palabras para crear sumisión, a través del terror escenificado como una obra o cuento.

Pero más puntuales y difíciles de manejar son el miedo al fracaso o al desprecio, a perder las posesiones materiales, a no ser valorados por los demás, a enfermar o morir.

También hay otros no menos ordinarios, y que por su transcendencia se hacen más sensibles a todos, el miedo a los cambios que modifiquen las preconcebidas estructuras que están validadas como buenas o cómodas. Miedo fundamental a penetrar al mundo o dimensión desconocida cuando se cruza el umbral, y con ello, al temido castigo eterno del infierno.

El miedo convierte al hombre en preso solitario en la cárcel de su mente, teniendo como carceleros, las proyecciones con funcionales patologías de complejos que lo torturan con manifiesta depresión anímica, donde se pierde fe y esperanza.

Sin embargo, cuando se aprecia lo dicho por el Maestro Jesús: “Conoceréis la verdad, y ésta os hará libre…”, se conviene, que la ignorancia fomenta el miedo y hace que el hombre anule su voluntad para concurrir con el conocimiento de la verdad que es amor en acción. Pudiendo reestablecer la fe perdida, y con firme decisión vencer de una vez, los fantasmas que como cascarones de formas mentales, se hacen instrumentos activos del miedo para expresarse como tal.

El miedo ha de enfrentarse con una actitud consciente, positiva y con ello dar la impronta de seguridad que otorga el conocimiento de Dios y amor desarrollado.

Insistir que el hombre es quien crea un espectral mundo de miedos, en donde se acciona por sus mismas proyecciones o formas mentales; que por tanto, éstas no tienen existencias propias, y que sólo el que las creó tiene la responsabilidad y deber de erradicarlas de su mundo interior de donde son originarias –mente– y ego.

Pues bien, ahora cabe indicar que esto se logra a través del conocimiento de Dios, del amor, y con disciplinas espirituales que ayuden a desvestir al hombre viejo de la atávica vestimenta de la ignorancia; quien faculta al ego además, para que éste subliminalmente envuelva al hombre con falsas expectativas de realidad en el mundo, donde todas sus proyecciones son anímicas y, por tanto, ilusión.

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