jueves, 13 de enero de 2011

sismoUn temblor de 3.1 grados en la escala de Richter se registró a las 7:31 p.m., en el Canal de la Mona, informó la Red Sísmica de Puerto Rico (RSPR).

El epicentro del sismo se localizó en la latitud 18.14 grados norte con la longitud 68.28 grados oeste, a unas 71 millas al oeste de Mayagüez.

El temblor se originó a una profundidad de 55 millas, según la RSPR.

No hay peligro de tsunamis para Puerto Rico ni la República Dominicana.u

POR CIEN PESITOS PONE EN RIESGO SU VIDA

HOMBREEste hombre arriesga su vida por unos miserables 100 pesos. Y es que le pagaron para enganchar los alambres de electricidad a una casa en el sector Perla Antillana, en Santo Domingo.

Y lo triste es pensar en cómo quedaría si hubiese caído desde el poste de luz. Debajo le esperaban unas varillas de construcción.

“El helicóptero iba a caer en mi casa, Dios nos libró”

“Estoy tan agradecido de Dios como si me diera la vida ese día. Yo me vi borrado de plano junto a mi familia”.

Con esa frase, el pastor Juan Alcántara comienza a relatar la forma en que el piloto del helicóptero del presidente del PRD, Miguel Vargas Maldonado, accidentado el pasado domingo en el paraje Amor de Dios, de Yamasá, trataba de controlar la aeronave, a muy poca distancia del techo de su casa.

Eran las 7:20 de la mañana. Alcántara dormía en su casa junto a su esposa, sus seis hijos, una sobrina y un nuero.

El ruido que hacía el aparato lo despertó. Salió de la casa y vio que el helicóptero pasaba rozando muy próximo a su vivienda, yendo de un lado a otro, mientras el piloto intentaba mantener el control, que finalmente no logró. Alcántara se iba a sentar en un mueble en el patio de la casa cuando de repente ve que nuevamente el aparato reaparece con un mal sonido.

“Cuando pasó para allá yo lo vi, iba fallando, iba de aquí a la calle, de ahí torcía para acá, subía un poquito, pero cuando subía hacía ru, ru... fue como una alarma en la mañana”, narra Alcántara. La aeronave se estrelló contra dos matas, una de mango y otra de palma, las cuales partió en dos, de la misma forma en que quedó el helicóptero.

Cayó a una distancia de alrededor de 25 metros de la humilde vivienda, construida de madera y zinc, en medio de una finca propiedad del señor Aníbal Montás, en un sector llamado “Los Montás”.

“Iba a caer en mi casa, me sorprendió, cuando vi que el helicóptero bajó ahí (casi al techo), no pude llamar a nadie, duró como 30 segundos y la nave echó para allá, no me daba tiempo ni a despertar a nadie, sabía que podía correr para algún lado, pero fue tan grande ese sonidoÖ, me quede sembrado”, relató.

Sus hijos se levantaron. Las hembras comenzaron a llorar, porque fueron despertadas con el impacto. Cuando salieron y miraron, se agarraron de las manos. “Dios nos ha librado”, exclamaron. La aeronave cayó en el área de un conuquito con el que el señor Alcántara mantiene su familia, que le facilitó el propietario, al igual que la casa, donde vive desde hace 12 años.

Elizabet Pérez, la esposa de Alcántara, comentó que cuando salió afuera, observó una escena que solamente ha visto en película.

Estaba acostumbrada a ver esos equipos volando por las proximidades del aeropuerto El Higüero, pero nunca tan cerca de su casa.

“Sentí pánico, eso estaba volando allá arriba de la casa, yo estaba desesperada”, recuerda con espanto, mientras da gracias a Dios porque no le ocurrió una tragedia a su familia. Cuando cayó el aparato, las personas comenzaron a llegar hasta sin camisa al lugar, porque ya habían notado que la aeronave presentaba problemas.

Los heridos
Cuando se acercaron al aparato, vieron que había dos personas dentro, el piloto y el copiloto, que resultaron heridos.

Alcántara no quería acercarse por temor a que se incendiara. Fue en ese momento cuando su hijo, Obed, desconectó el sistema eléctrico.

El joven conocía a los pilotos. Es encargado del hangar (lugar usado para guardar aeronaves) en una compañía privada de aviones en el aeropuerto El Higüero y tiene experiencia en aviación. Hace dos meses que estudia aviación en el Instituto de Formación de Piloto de Avión (Inafotep), aunque confiesa que sus conocimientos los adquirió en la empresa donde labora.

“Por el impacto, el helicóptero se apagó, pero quedaba la corriente eléctrica, la apagué”. Su experiencia evitó que la aeronave pudiera explotar y provocara más daños no sólo a los pilotos, sino también a su familia. Procedieron a socorrer a los heridos, al piloto coronel Osvaldo Pérez Féliz, y al copiloto mayor Mario Rivas.

“Sacamos al primero (copiloto), inconsciente, el segundo, (el piloto) se quejaba, preguntaba, dónde estoy, qué ha pasado”, narró Alcántara.

Lo sentaron en una silla y el piloto llamó a un familiar.

COMISIÓN REALIZA LA INVESTIGACIÓN
Una comisión de la compañía Bell, fabricante del helicóptero, inspeccionó ayer el lugar del suceso para realizar un levantamiento de las evidencias que permitan determinar las causas del accidente aéreo.

La encabezó Mark C. Sctunzner, especialista en investigación de seguridad aérea de la empresa, quien estuvo acompañado del presidente de la Comisión Investigadora de Accidentes de Aviación, Emmanuel Souffront Tamayo, así como de la seguridad de Miguel Vargas, y de la compañía corredora de seguros, Franco & Acra Tecnic Seguros. Souffront Tamayo explicó que aún no han determinado las causas del accidente.

miércoles, 12 de enero de 2011

Flores para muertos por el sismo

TITANYEN (HAITI). El presidente de Haití, René Preval (i); su esposa, Elisabeth Preval (c); y el primer ministro Jean Max Bellerive (d), portan coronas de flores ayer durante un homenaje celebrado en St. Christophe, Titanyen, a las afueras de Puerto Príncipe, zona donde se excavaron las fosas comunes para las víctimas del terremoto del 12 de enero de 2010, que según cifras oficiales sobrepasaron las 300,000. Hoy, a un año del sismo, Haití sigue sufriendo la secuela de esta tragedia.

Aplazan aumentos en transporte

Tres federaciones de transporte anunciaron ayer el aplazamiento del alza en los precios del pasaje, y en cambio decidieron desarrollar un plan de lucha en demanda de que el Gobierno rebaje los precios de los combustibles.

La decisión fue adoptada por la Federación Nacional de Transporte la Nueva Opción (Fenatrano), la Central Nacional de Transportistas Unificados (CNTU) y la Federación Nacional de Motoconchistas (Fenamoto).

Las federaciones del transporte arrancaron ayer su jornada de protestas para exigir la reducción de los precios de los combustibles con una concentración en el parque Independencia, junto con integrantes de organizaciones sociales.

En un documento dado a conocer durante la actividad, las entidades del transporte y comunitarias llamaron a la sociedad civil, grupos estudiantiles y otras organizaciones a exigirle al gobierno que rebaje los precios de los combustibles y la tarifa eléctrica, los cuales consideran abusivos.

Exigen rebaja del precio del gas licuado de petróleo a 63 pesos para las amas de casa y los transportistas; la aplicación del subsidio a la tarifa estudiantil y la seguridad social para los choferes y sus familiares, entre otras demandas. La concentración fue encabezada por el diputado Juan Hubieres, de Fenatrano, Ramón Pérez Figuereo, de la CNTU, y Oscar Almánzar, de Fenamoto.

La jornada fue vigilada por agentes de la Policía Nacional y de la Autoridad Metropolitana del Transporte, quienes dirigieron el tránsito para evitar desórdenes mientras los transportistas y comunitarios marchaban por los alrededores del parque Independencia. Los sindicatos habían anunciado un incremento en la tarifa del pasaje, luego de que el gobierno aumentó los precios de los combustibles.

Cancelan 38 mil licencias de armas

Más de 38 mil licencias para porte de armas de fuego fueron canceladas por las autoridades, casi todas ellas correspondientes a personas que no pagaron impuestos hasta el pasado 29 de diciembre, informó ayer el ministro de Interior y Policía, Franklin Almeida Rancier.

El funcionario advirtió que esas personas pueden perder, además, su licencia de “tenencia”, si no pagan los impuestos antes del día 6 de febrero.

El año pasado, Interior y Policía también canceló licencias de armas de fuego por distintos motivos, principalmente por el mal uso que dieron a éstas, porque en múltiples casos muchas personas fueron agredidas por otras que portaban armas legales.

De acuerdo a datos ofrecidos ayer por Interior y Policía, al 29 de diciembre unas 42,263 personas no habían renovado sus permisos de “porte y tenencia” de armas de fuego, y sólo en los últimos días unos 3,852 contribuyentes habían atendido su advertencia.

Las armas registradas por la cartera que estarían en poder de la población civil son unas 205,913, dice el reporte.

Las autoridades también dieron a conocer los resultados de una encuesta realizada por la firma Gallup en diciembre del 2010, la que indica que el 79 por ciento de la población favorece que se prohíba la importación de armas de fuego.

Mientras, el 97 por ciento de los encuestados favoreció que se mantengan los requisitos para obtener permisos de porte y tenencia de armas; y el 81 por ciento aprobó el “poder discrecional” del Ministerio de Interior y Policía para revocar las licencias.

Todavía entre los escombros

Tres niños buscan debajo de los escombros entre las ruinas en Delmas, lejos del principal campamento para refugiados donde el coro de una iglesia baptista se cuela entre las carpas y una mujer cuida a su hija... y espera.

Igual que una anciana en la parte baja de la ciudad cuyo brazo extendido condensa toda la miseria de un pueblo: el polvo impregnado en su cuerpo cadavérico; el dolor contenido de un año aciago. Igual que los niños que van a la escuela: los rostros de una alegría remota.

Igual que la gente que anda en la calle: como si nada hubiera pasado. Como en el poema de Vicente Huidobro, Haití es un reloj que perdió sus horas.

“Quisiera irme de aquí, pero no tengo adónde”, dice Mervil Edeline, de 28 años, sentada con su bebé, protegiéndola del sol en una de las pequeñas calles en el Campo de Golf de Petion-Ville, el lugar donde permanecen todavía 60,000 damnificados.

Es el campamento más grande de la ciudad y el colmo de las paradojas: A la entrada, una enorme reja se abre como un sello de la ostentosa clase alta haitiana.

Un par de kilómetros más abajo, por un camino de tierra, miles de refugiados pobres conviven en una ciudad dentro de otra.

“Mi casa se cayó y lo perdí todo. Sólo me queda esperar”, dice Edeline a LISTÍN DIARIO.

Mervil Edeline, Nadege Tinelien, Yves Royal, Caricia Louivil, Roland Joseph son nombres que nadie conoce, gente que sobrevive como puede y que se acomoda a las circunstancias un año después del devastador terremoto que hundió al pueblo de Haití en la peor desventura, que causó 222,570 muertos, que hirió a 300,000 personas y que dejó un millón trescientos mil damnificados, casi el 15% de toda la población haitiana.

La Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití (CIRH) dice que los daños causados por el sismo del 12 de enero se estiman en 7,900 millones de dólares, un poco más del 120 por ciento del PIB del 2009.

Fue la primera vez que el costo de un desastre es tan elevado con relación a la economía del país, según el organismo que desde mediados de agosto es el encargado de administrar la recuperación nacional.

Según la CIRH, la destrucción de la infraestructura fue colosal: Los daños ascendieron a 5,500 millones de dólares en el sector privado y a 2,400 millones en el sector público. El valor de los activos físicos destruidos, incluido el número de viviendas, escuelas, hospitales, edificios, carreteras, puentes, puertos y aeropuertos se estima en 4,300 millones de dólares.

Además, cerca de 105,000 viviendas fueron totalmente destruidas y más de 208,000 sufrieron daños. Más de 1,300 instituciones educativas y más de 50 hospitales y centros de salud colapsaron o quedaron inutilizables.

Son números que la gente común desconoce y a la que quizá ni siquiera le dice algo, pero en el gobierno, en los organismos internacionales y en las ONG, es de todo lo que se habla, igual que de la demora en la recuperación.

“Mientras los haitianos se preparan para el primer aniversario del terremoto, cerca de un millón de personas aún permanecen desplazadas.

Menos de un 5 por ciento de los escombros han sido retirados, sólo un 15 por ciento de las casas temporales que se necesitan han sido construidas y se han construido relativamente pocas instalaciones permanentes de sanidad y agua”, dijo la semana pasada en un informe la organización Oxfam, una de las que cuenta con mayor presencia en el país.

Cuando LISTÍN DIARIO intentó abordar el tema con Marie Laurence Joceline Lassegue, portavoz del gobierno y ministra de Comunicación, la funcionaria dijo que el más indicado para hablar era Jean Max Bellerive, el primer ministro que ya ha criticado la demora en el flujo de recursos ofrecidos por la comunidad internacional y los pocos fondos con los que cuenta el Estado frente a los millones de dólares que manejan las organizaciones no gubernamentales.

Ante la ausencia de Bellerive, LISTÍN DIARIO visitó a su jefe de gabinete, Hervey Day, pero éste dijo que no estaba autorizado a dar declaraciones, y la consejera principal de la Comisión para la Reconstrucción de Haití, Priscilla Phelps, también contactada por LISTÍN DIARIO, no pudo responder a un cuestionario porque sufrió un accidente en Washington.

El informe de Oxfam se puede constatar en toda la ciudad, pero el gobierno haitiano, por sí solo, no tiene la capacidad suficiente para impulsar la recuperación del país.

En la parte baja de Puerto Príncipe, donde se produjo parte de los principales daños, los escombros han sido retirados del Palacio Nacional y de otras dependencias estatales, pero las ruinas siguen en el mismo lugar casi como postales para turistas.

No es broma. Los extranjeros que llegan de vacaciones a Cabo Haitiano (Norte), o a Jacmel (Sur), piden una vuelta por Puerto Príncipe.

Se retratan con los pobres. Más cerca del puerto, entre Champs de Mars y la avenida Bicentenaire, máquinas pesadas han podido limpiar algunas manzanas enteras, pero la mayoría de la destrucción, como en los barrios pobres de las laderas en Petion-Ville, o en las planicies de Cité-Soleil o Carrefour, se mantiene como hace un año.

La Comisión para la Reconstrucción de Haití dice que en sus cuatro primeras reuniones de consejo aprobó 66 proyectos (algunos de los cuales no tienen fondos asignados), con un presupuesto global de 2,755.5 millones de dólares.

A lo largo del 2010, la comunidad internacional, encabezada por EEUU, Canadá y Francia, los principales donantes de Haití, además de otros países y organismos internacionales y financieros, se reunieron cuatro veces y comprometieron una ayuda de 11,000 millones de dólares para una década.

En agosto, sin embargo, la ONU dijo que Haití apenas había recibido 1,600 millones de dólares de los 5,300 millones que debían desembolsarse en los primeros 18 meses desde la cumbre que se celebró el 31 de marzo en Nueva York.

Dos meses después, el gobierno haitiano confirmó las primeras 49 muertes por un brote de cólera en el norte y el este del país y que rápidamente se propagó a otras regiones y a la propia capital. Tras de cuernos, palos. “No han hecho nada por nosotros”, dice a LISTÍN DIARIO Peterson Jeantimo, otro joven refugiado en el campamento más grande de Puerto Príncipe, de los más de 1,000 repartidos aún en la capital y en las ciudades afectadas.

“Voté por (Jude) Celestin (el candidato del gobierno) porque trabajaba con él, pero yo quiero a (Michel) Martelly (que quedó fuera de la segunda vuelta)”, agrega Jeantimo, para referirse a lo que todos comentan en estos días. A la terrible situación actual se suma la crisis política y la gran cuota de violencia e inestabilidad que ésta genera.

Así están las cosas en Haití un año después del terremoto. Frente al Palacio Nacional, el Ministerio de Comercio es una ruina diferente nada más por la ausencia de cadáveres.

En la avenida Panamericana, en Petion-Ville, unas carpas abandonadas de Unicef están en el lugar donde había una clínica para niños, los 250 que murieron aplastados esa tarde. Y un letrero en francés: “Nuestros pequeños hermanos y hermanas”.

Cerca de allí, una cerca rodea el lugar donde estaba la iglesia Santa Teresa, en la calle Lambert, donde para muchos empezó todo: El minuto interminable, el pánico, el manto de polvo sobre una ciudad sorprendida por la muerte silenciosa e inesperada. El caos.

El dolor de miles de personas y, cada tanto, su lamento subiendo como por una sola garganta en las siguientes horas.

En el principal campamento de Puerto Príncipe, entre el laberinto de sus calles, ya hay varias escuelas –una de ellas se llama “La Esperanza” –, postas médicas y hasta un mercado. De la iglesia baptista, los muchachos que cantan en ese momento repiten un coro en creole difícil de creer: “Me voy de aquí”, dice, “Me voy”.

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