viernes, 10 de febrero de 2012

Ancianos se exponen a peligros y maltratos en las vías públicas

A sus 75 años y diezmado por los achaques, don José ya no puede correr muchos riesgos. Pero uno de ellos lo toma cada 30 días para cobrar su risible cheque de pensionado. Luego de esperar cerca de tres minutos el momento oportuno para cruzar la avenida San Martín en su intersección con la calle Moca, en la capital, no tuvo más remedio que atreverse a zigzaguear precariamente entre vehículos.

“En este país se ha perdido la cortesía”, expresa casi susurrando una queja ahogada por las bocinas de conductores presurosos y poco dispuestos a perder unos segundos para ceder el paso.

En el banco, don José también sufre con frecuencia las quejas de clientes molestos por el “privilegio” de no hacer fila. “Algunos dicen que todavía estoy duro y que puedo hacer mi fila. Si no tuviera tantos achaques la hiciera”, agrega.

La triste realidad de don José la viven a diario miles de envejecientes que se ven precisados a salir solos a las calles por variadas razones y que han visto agravar sus penurias en vías que han sido rediseñadas para facilitar la circulación de vehículos, pero en detrimento del peatón. Otros no han tenido la “suerte” de don José.

Gumersindo Peña, de 80 años, en su lecho del hospital Darío Contreras lucha contra su cabeza vacía de recuerdos y para recuperarse de las lesiones que sufrió en un accidente. No recuerda dónde fue atropellado y tampoco si tiene familia. Fue llevado por la Policía al hospital traumatológico, donde tiene tres meses interno con fractura en la cadera.

José Reyes, de 79 años, también recluido en el centro asistencial con lesión en la cadera desde el pasado 21 de enero, sólo recuerda que intentaba cruzar la calle Hernando de Gorjón, cerca del mercado modelo de la avenida Mella, cuando metió el pie izquierdo en un agujero.

El anciano sufrió fracturas en la cadera y en la misma pierna que se había roto en el año 2002. “Yo salí a coger aire porque sufro del pecho apretao y me estaba ahogando”, narra Reyes, quien solo recuerda que tiene una hija y que su esposa falleció hace cuatro años.

Drama
El director del hospital Darío Contreras, Héctor Quezada, explicó que el centro enfrenta un “vía crucis” con muchos de estos pacientes porque luego de curados no encuentran a sus familiares.

“Hay ocasiones incluso, muy frecuentes, que después que localizamos a los familiares de estos viejitos, entonces no los aceptan porque son una carga muy grande para ellos”, añadió.

Quezada precisó que la mayoría de esos ancianos, que son llevados al hospital por la Policía o el Cuerpo de Bomberos, tienen problemas mentales o la enfermedad de Alzheimer, por lo que no reconocen ni recuerdan nada.

“Aquí es normal que cualquier viejito se pase seis meses, un año en el hospital.

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