Los buhoneros decidieron amarrar con cadenas sus carritos a los hierros de la Arena para apropiarse de los espacios del entorno.
El desorden se empieza a extender hasta el hospital infantil, donde cada día reciben cientos de pacientes de diferentes partes del Cibao, mientras los peatones reclaman del cabildo asumir su papel y regular los espacios de ventas.
El mismo caos se reedita en todo el entorno del hospital José María Cabral y Báez, donde hay decenas de puestos, pese a que en varias ocasiones han sido desalojados por la seguridad del hospital. Para la comerciante Maritza Peña, aunque los vendedores informales tienen derecho a vivir de su trabajo, no es posible que sus mercancías impidan que los peatones puedan caminar con libertad.
Pidió al cabildo regular a los buhoneros establecidos alrededor de los hospitales, como forma de garantizar, además, que los ciudadanos compren productos con higiene.
En las verjas y calzadas del entorno de La Arena y los hospitales se venden comida, ropas, coches, cunas y juegos para bebé, veneno para cucaracha y ratones, frutas, vegetales y otros.
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