Navidad es tiempo de muchas y grandes ofertas, de todo tipo y prácticamente para todos los gustos. Ofertas capaces de llenar a los más exigentes.
No obstante, jamás capaces de saciar un alma despreciada por si misma, que busca desesperadamente la aprobación externa, que se alimenta de elogios y se embriaga de placeres.
Un alma vacía de ternura pero llena de reconocimientos, huérfana de caricias pero llena de lisonjas. Desterrada en tiempo real en la tierra de nunca jamás y viviendo en un palacete.
El cielo tiene la mejor oferta, nadie puede comprarla, ni el bolsillo más acaudalado, porque no tiene precio. Es un regalo, tan grande, que es capaz de llenar tu vacío. Es Jesús, quien cuando entre a tu corazón llena de estrellas tus espacios más sombríos.
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